Descripción
En el siglo XIX, el gran entusiasmo de Alemania, Inglaterra y Francia por las antigüedades de los siglos medios chocaba con la indiferencia española cuando, apenas a una distancia de tres leguas, el visitante podía encontrarse con un castillo gótico, una iglesia que antes fue mezquita o un aislado torreón, que causaban asombro y envidia en las naciones más ilustradas de Europa. Miguel Cortés Arrese analiza, ahora, la especificidad y originalidad de la época visigoda a partir de las representaciones formuladas por los artistas románticos y los motivos que les llevaron a crearlas.
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