Descripción
Si el siglo XVII contempló la transfiguración carismática del Estado como instituto de paz, de administración y de derecho, así como la firme maduración de la ciencia físico-matemática sostenida por una oportuna metafísica; si al siglo XVIII le compete en la marcha histórico-mundial la emergencia de la razón moral, que vuela soberana en las alas de la crítica radical, junto con la transformación de la república de las letras en el público autónomo y responsable; si todo esto es así, para el siglo XIX no tenemos una etiqueta clara. Este siglo es como el telar de Penélope. Hace y deshace su camino, confirmando que la historia se puede leer de muchas maneras.
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